Se cuela en la cocina para comer galletas sin preguntar. El joven dueño de la casa entra y pilla al jovencito con la boca llena. ¡Cómete mi gran salchicha! ¡! ¡! Le da de comer su enorme polla, le hace besarla y lamerla y, como el jovencito es tan goloso, le da la vuelta y empieza a meterle los dedos en su apretado culito... El jovencito está en el cielo. No puede esperar a que se lo follen y a comerse una polla por detrás.