Este joven francés ha venido a Marruecos por una sola razón: para servir y adorar a los sementales locales cachondos. Puede parecer un chico inocente, pero el parpadeo no es un ángel. Es adicto a las pollas y cuando algunos jóvenes locales le invitan a su dormitorio sabe lo que le va a pasar: pollas jóvenes y duras, olores almizclados, dedos expertos para estirar su estrecho agujero mientras su boca se mantiene ocupada chupando. Sobreexcitados por el chico francés, los dos árabes cabrones le cogen una y otra vez como si no hubiera un mañana.